100 versos de amor
100 versos de amor (2012) fue una plaquette de cinco poemas con la que Jorge Andreu ganó el Primer Premio en la modalidad de Poesía del XXXVIII Certamen Literario «María Agustina», convocado por los institutos de educación secundaria de Lorca (Murcia).
Se trata de un diario amoroso compuesto por un total de cien versos en los que el poeta dedica palabras de pasión a su amada. La evolución del sujeto poético pasa por tres etapas: desde la admiración hasta la añoranza, pasando por la efusividad del encuentro amoroso que se alza como núcleo principal del texto. Escrito con un tono lírico apasionado, del que el jurado del concurso, presidido por el escritor Emilio Calderón, destacó durante el acto de entrega de premios la herencia tanto de Gustavo Adolfo Bécquer como de Pablo Neruda.
Considerado un poemario de iniciación por el propio autor, 100 versos de amor constituye las bases de su poesía posterior, ya que el tema amoroso está presente de una forma u otra en toda su obra poética.
La obra fue publicada en una edición no venal que se imprimió para la gala de entrega de premios, y aunque luego formó parte de un libro colectivo junto con otros premiados de años anteriores y posteriores, no existen ejemplares disponibles. Por eso se ofrece a continuación el texto íntegro.
I
CUERPO DE CORCHEA
Eres música cuando te desnudas
y suenas consonante cuando gimes.
Poesía es tu cadera cuando imprimes
los versos que mis manos dejan mudas.
Tus poros son vainilla cuando sudas
paciencia, cuando el tiempo cruel exprimes.
Dos jueces son tus ojos si me eximes
de penas y nostalgias testarudas.
Te miro, así tendida en la maleza
de un lecho mientras pruebo mi destreza
en éxtasis bendito por tu sueño.
Y no puedo dejar de ser el mismo
que canta merodeando por tu abismo
en busca de un amor feliz e isleño.
II
UN ENAMORADO FELICITA EN SILENCIO
Quisiera, en este año que se ha abierto
como una flor de vida
ante tus ojos cansados
para darte más horas infinitas,
llenar tus dulces sueños con susurros,
sentirme hombro mojado de tus penas
cuando tengan que salir a flote,
rociarte de poemas instantáneos
como éste, como todos
recién nacidos de una chispa,
igual que salieron tus ojos aquella noche
abriéndose camino entre tus rizos
para descansar en mi nariz
y oler mis ganas,
las ganas que tenía de quererte.
Por eso quisiera, cariño, convertir
—¡qué sé yo!— una mano
en una araña oculta debajo de tu falda,
curioso animal juguetón,
dispuesto siempre a picarte
con un aguijón de papel.
Por eso quisiera, mi amor,
dejar fluir las horas en silencio,
porque quien es capaz de amar callado
—con una mirada, con una sonrisa—
comprende el mensaje secreto
de las palabras.
Por eso te quiero prestar mi mitad
sin hablarte,
para que sepas, al menos,
las cosas que quiero decirte.
Por eso te quiero prestar la mitad de mi vida.
Para amarte.
Por eso te escribo en silencio
y beso las hojas de esta tímida libreta,
que es parte de mi voz
y de tu nombre.
Ese nombre compuesto de dos,
como dos son las manos, los labios,
los ojos y nuestros dos cuerpos.
Como dos son las almas que gimen,
desnudas bajo el mismo sueño,
sedientas de amor.
Como tú y como yo.
Así quiero prestarte mi futuro:
cuidando de un par de almohadas
que sudan en silencio, extasiadas
de cumplir años.
Tan vivas de amor
como nosotros.
III
HETERORRETRATO
Corcheas, negras, fusas, calderones,
dinámica, metrónomo:
así eres cuando ríes.
Eres acorde de séptima si te agitas:
me tensas los músculos
que esperan impacientes en mi cuello.
Eres todo eso y eres más:
melodía temblorosa con vibrato.
Intervalo de fresas.
Silencio, sobre todo.
Cuando besas.
IV
AUTODIAGNÓSTICO
Este temblor tímido en mis mejillas,
perdido entre lágrimas de indefinida ausencia;
estos ojos que nublan mi vista
sin poder decirte cuánto saben
ni cuánto son capaces de pensarte;
esta barbilla poblada de nostalgia,
deshecha en lamentos,
como si enfrente sintiera el crujido de nudillos rotos,
recién estallados de rabia;
esta garganta que gime en silencio,
ahogados sus quejidos en tu hombro,
que me recibe cansado,
con el calor de tu aliento esparcido en torno;
estas manos indecisas
que acarician tu piel con ternura
si me abrazas borrando mi angustia;
este pecho que brinca, tormenta de ansias,
en busca de un pobre consuelo:
estos son los síntomas. Yo creo
que debo estar enfermo. Moribundo.
Y llenas de ti mis entrañas,
no puedo dejar de llorar navegando en tu rumbo.
V
AÚN RECORRO SENDAS MELANCÓLICAS
pensando en tu sonrisa
y en cuántos sueños quedan para verte.