Amor nos llora

Amor nos llora (2018) es el cuarto libro de poemas de Jorge Andreu, en el que la temática amorosa vuelve a ocupar el papel principal. Los poemas, a caballo entre el verso libre y estrofas clásicas, forman un tratado sobre el amor visto desde cuatro perspectivas diferentes: el amor adolescente, el amor pasional, el amor conyugal y el amor después de la muerte. Estructurado en cuatro movimientos al estilo de una sinfonía clásica, cada uno de los cuales ostenta un ritmo diferente, y con intermezzos donde la voz poética adquiere un tinte autobiográfico, el libro sugiere una evolución del amor en distintas perspectivas que se complementan entre sí para terminar en un recuerdo grabado sobre un árbol.

La palabra equilibrada, el juego rítmico y la variedad de tonos caracterizan este libro de amor que es más que eso: una reflexión sobre el poder de la palabra para nombrar los momentos más íntimos del ser humano, una interpretación del mundo a través de los ojos del enamorado, una búsqueda de sentido más allá de los propios sentimientos, a veces contradictorios, que conjugan el enamoramiento, el asentamiento de la felicidad conyugal y el recuerdo de seres queridos más allá de la muerte.

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AMOR NOS LLORA

Vente conmigo
a descubrir el tacto de tus manos.

Te mostraré las llagas
de los amantes en su piel herida
por la música ronca de los cuerpos.

Sobre mi desnudez
encontrarás las huellas de tus ojos,
dos gotas de rocío.

Y si el amor nos llora,
bucea en sus ocultas armonías:
como un violín desafinado,
trata de hallar cobijo bajo la sombra de sus alas
para alcanzar el tono de tu canción secreta,
el unísono ardiente de los besos
robados a la noche.

Ellas te aliviarán del frío
con su cálido abrazo protector
cuando apriete la sed.

 

AMOR (O SUS FRONTERAS)

Halló su nombre junto al apellido.

La esquina del pupitre guardaba un corazón
azul como las clases

de Física

y, rojo cielo a la hora del estudio,
un nombre de exiliado sobre una flecha ardiente.

Ninguna palabra, sólo silencio:
el áspero murmullo
de la lección de gravedad
en la voz instintiva
y en la pizarra.

Cae un lápiz

y se estremece el aire
marcando la frontera de los cuerpos.

Nadie diría
de la extraña razón que lo conmueve
cuando ella roza su chaqueta
y el pelo le acaricia la inquietud
y se aproxima su palabra:
«se te ha caído, toma».

(Ese gesto
de entusiasmado olor a soledad
endulzará las fórmulas
al abrigo de la merienda.
Porque menos se han dicho por las tardes
quienes se miran a los ojos.)

Un timbre resucita el fin de la jornada
y el lápiz corre airoso a agradecer
la cercanía inquieta de esa voz
y de su mano.

La chica con un nombre y apellido
que puebla los finales
de sus cuadernos.

LA CARICIA INCOMPLETA

Combla-t-il sur ta chair inerte et complaisante
l’immensité de son désir?

CHARLES BAUDELAIRE

Esa manta del color de la tierra,
tan áspera como la piel de los frutos maduros,
¿por qué ya no se mueve, dime, amor,
con tus latidos?

El aire congela

los cuerpos convocados en la noche desierta de palabras.
Le duele la respiración de contemplar el blanco gesto ausente
mientras posa una mano de uñas tristes
sobre la barba quieta que ayer se contraía.
Caricia sin retorno, se ondula por los labios,
por la nariz helada, por la frente,
y se ampara en los párpados, buscando bajo el iris
la inmensidad de su deseo.

Ya no late su sueño con la fuerza del mar enfurecido,
sólo la arena que aguardaba paciente el baño de las olas.
Ya no hay besos en círculo por la orilla mojada.

El mar se cobra en su reflujo perenne los escombros del dolor.

Su mirada es ahora un espejo sin fondo.
Su tez, un terreno baldío
donde el amor se extingue sin remedio
en esa mueca fría de eterna indiferencia.

 

ATARDECER RISUEÑO

Cuando la luz se funde adormecida
por dejar en su rastro el alma oscura,
cada minuto sueño tu hermosura
bajo el signo secreto de una herida

sin cicatriz, abierta y esparcida
en tu palabra intensamente pura,
mientras mi cuerpo arropas de ternura
para alegrar las noches de mi vida,

me regalas el mágico destello
de la luna radiante y en su llama
tu danzarina voz para ser fuerte,

y esparciendo mil besos por mi cuello
tu ardiente melodía se derrama
sobre mis labios fieros de quererte.

 

MENSAJERÍA

Entre infelices pasos
devuelve la ciudad un eco afónico
de caras sin identidad:
siempre la misma indiferencia, siempre
la misma dirección, sin sentimientos.

Suenan a música gastada,
a pisadas sin ritmo, a caminantes
sin ganas de cantar.

El amor ya no existe
en este edén sin rumbo donde el aire,
paloma mensajera,
transmite los vanos afectos
de un terminal a otro.

No hay voz en esos mensajes oblicuos
por el campo de minas de la ciudad sitiada.

El texto es un desierto de emociones vacías.