Del mar y sus vestigios
La adolescencia es una etapa crítica para la vida del futuro adulto. Con la vista fija en ese momento, Jorge Andreu propone en Del mar y sus vestigios (2013) una lectura en cuatro eslabones -vestigios- que representan momentos de la vida del adolescente que fue él mismo.
La estructura musical del libro se abre con un soneto pórtico para luego dar cabida a cuatro episodios en los que se alterna el verso libre con las formas clásicas en una disposición de anillo que hace evolucionar cada tema a lo largo del episodio, cerrado con un soneto conclusivo. Tras los cuatro vestigios, como olas que rompen en la orilla, el lector llega a una situación de sosiego final con la declaración última del sujeto poético.
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EL MAR
Del manto azul, corona de este mundo,
donde se esconde el rey de la belleza
como un niño en su infinita grandeza,
en busca del sosiego más profundo;
del vasto espejo donde en un segundo
la vida de los ángeles empieza
para romperse en olas la corteza
muy pronto de su pecho moribundo:
me tiende el horizonte un dulce beso
y la sonrisa de una fiel amante
que me abre el alma entera con su llave.
Vivir en las palabras el exceso,
revuelto en los vestigios de un instante:
eso es el mar, quien lo probó, lo sabe.
EL BESO
Tus ojos son un bálsamo de plata,
tan grises, tan serenos, tan lejanos;
tu frente se desliza entre mis manos,
tan pálida, tan tierna, tan pacata;
tus dientes chirriando una sonata
tan lírica y sutil, tan soberanos;
maúlla esa sonrisa en tonos llanos,
tan pícara y feroz como una gata.
Por ese mapa mudo del deseo
camino entre montañas y llanura
con una sed de ti que me disloca.
Al fondo estás del mundo, allí te veo:
avanzo sin perder la compostura
y llego lentamente hasta tu boca.
[Mirar bajo las faldas de la aurora…]
MIRAR BAJO LAS FALDAS DE LA AURORA
con la sonrisa turbia.
Así era nuestro afán.
La vida se esfumaba entre las manos
cuando estudiábamos la geografía
nocturna de los cuerpos.
Brotaba espuma de nuestra garganta
porque rebosábamos de deseo,
como perros rabiosos detrás de una certeza
Tan sólo comprendimos
que la aurora restalla más intensa
cuando, en la niebla, el tacto
supera los contornos de la carne
y acaricia la música.
Escuchamos el lenguaje del tiempo
y logramos pellizcar sus pezones
de nostalgia.
Suave, muy suavemente.
[Tuvimos fe en las horas solitarias…]
TUVIMOS FE EN LAS HORAS SOLITARIAS
de arenas que volaban bajo el cielo.
El color de las olas al morir en la orilla
dejaba sólo el rastro de una verdad sin límites
como los ojos turbios de un alma atormentada.
Nos enfadaba tanto que el mundo no entendiera
la tristeza que un día sintieron otros hombres.
Eran las tardes todas dolores sin descanso.
Bebimos de esa pena tantos años.
Un día el mar nos empujó a crecer.
LÁGRIMAS DEL CIELO
…y era llorar tu único destino.
JOSÉ DE ESPRONCEDA
Si pronunciase tu nombre,
¿vendrías desde el cielo a rescatarme?
¿Atenderías tal vez mi llamada
desde esa casa tuya
en un país tan infinito, de cuya visita nadie regresa?
¿Vendrías a mirarme con tus ojos
que acaso no me reconocerían?
¿Vendrías a tocarme
con esas manos tan desalentadas
de haberme despedido antes de tiempo?
Si pronunciase tu nombre…
Pero tengo que ser fuerte y resistir.
Si tuviese tu olvido
disperso por las palmas de mis manos
y pudiera atrapar cada palabra,
aquellas que en el tiempo se perdieron
como una gota de amor en la arena.
Si tuviese tu voz
aún presente bajo mis latidos
y haciéndote reír tal vez pudiera
acariciarte el alma desde dentro.
Si tuviese tus piernas,
donde apoyarme pudiera de noche
al ritmo de las olas de la infancia.
Si tuviese tus ojos en los míos
y ya no te envolvieran las tinieblas.
Si tuviese tus manos.
Tu nombre se me escapa
del hueco que dejaste en mi sonrisa.
Cómo vibran las venas
de esta garganta que te busca
sin saber adónde fuiste.
…Pero tengo que ser fuerte. Y resistir.
Y esperar en esta playa de tu ausencia
que vengas a buscarme.
En esta casa gris, tan lejos de la tuya.
[Si alguna vez dejara de pensarte…]
Naces conmigo y si mi voz te nombra
ya tu niñez coincide con la mía.
LUIS ROSALES
SI ALGUNA VEZ DEJARA DE PENSARTE,
tan viva en mi memoria, tan perfecta
bajo el mar infinito que conecta
mis pies con la profundidad del arte;
si derribara el viento parte a parte
la magia de tus olas, donde inyecta
de música mi fruta predilecta,
¿cómo arrojar mi voz para nombrarte?
Con tu nombre renace cada tarde
mi corazón deshecho entre tus aguas
por un temor que soportar no puedo.
Mi memoria es papel y mientras arde
te consumes en el calor que fraguas
y vuelves a surgir del mismo miedo.